La única forma de entender el presente de nuestra industria juguetera es conocer también su pasado y esto lo sabe bien una pequeña resistencia de coleccionistas encabezada por María Luisa Camarero Roca, quienes desde hace décadas dedican su tiempo y esfuerzo a recopilar cualquier dato o información que aporte un halo de luz a descubrir la procedencia de tantas muñecas de siglos pasados, de las que el tiempo inexorablemente ha ido borrando su historia.
Luisa es autora del libro "Muñecas Españolas de la A a la Z", no se trata de una obra visual (donde encontrar fotografías de las muñecas con textos explicativos), sino de un diccionario enciclopédico que abarca desde sus primeras manifestaciones en nuestro país (S.XIX) hasta los años 60, cuando la llegada del plástico terminó con su fabricación completamente artesanal. Una imprescindible precuela de algunos libros que se han ido publicando en los últimos años y que también podría servir de nexo común entre todos ellos, en el que (con un rápido primer vistazo) ya pude encontrar alguna información acerca de asociaciones y jugueteros asturianos, que bien podrían servir de base sobre la que investigar más profundamente algún día. En definitiva, este es un minucioso y laborioso trabajo (en el que se también se pueden encontrar anagramas de las distintas empresas fabricantes de muñecas españolas) de rápida consulta, muy útil para identificar muñecas antiguas y que tan solo por el índice, donde se encuentran alfabéticamente listadas al lado de su fabricante, ya merecería la pena. Salió a la venta en la primavera de 2020 a un precio de 60€ más envío, aunque (al haber estado últimamente muy alejada de las redes sociales) no supe de su existencia hasta mucho tiempo después y que pude conseguir in extremis, antes de que se agotase definitivamente, de manos de la propia autora. Tuve el atrevimiento de contactar con ella a través de facebook y muy amablemente me ofreció el último ejemplar con el que contaba (no os preocupéis, pues tengo entendido que próximamente saldrá una nueva edición revisada y ampliada), dando lugar a unas breves pero muy interesantes charlas relacionadas con nuestra afición, que terminaron propiciando este maravilloso encuentro.
En su tiempo libre también cose vestidos y
realiza calzado artesanal para algunas muñecas
antiguas, como Guendalina.
Luisa fue bibliotecaria de los Museos Municipales de Barcelona, entre los que se encuentra el Frederic Marès (que alberga la ecléctica colección de arte que, en 1944, este insigne escultor tuvo a bien donar a la ciudad condal) y que cuenta con un pequeño pero muy interesante conjunto de muñecas antiguas que la propia Luisa, como guía de excepción, nos acompañó a visitar aquel día.
He de decir que, desde niña, siento cierta animadversión por los muñecos vestidos de payaso o las figuras que los representan... y revisando las fotografías que tomé aquel día, me doy cuenta de cómo olvidé plasmar en ellas a cierto par de autómatas; un inquietante equilibrista que casi se podría considerar como la principal atracción de la exposición, ya que incluso dispone de su propia urna situada en el centro mismo de la sala y cuyo movimiento consistiría en el levantamiento de la mancuerna que sostiene en su mano derecha y el alzamiento sobre la silla que se encuentra a su izquierda y en la que permanece apoyado (mentiría si dijese que le presté demasiada atención). O el siniestro violinista, cuyo creador decidió dotarle, no solo de un mecanismo que simule el deslizamiento del arco sobre las cuerdas de su instrumento, sino también de un movimiento que casi al unísono, desplaza su lengua del interior al exterior, dando lugar a un resultado de lo más aterrador posible. Cabría destacar que estas piezas en su día estaban al alcance de muy pocos y la mayoría ni siquiera eran destinadas al juego, sino como curiosos objetos de adorno y divertimento en los más selectos comercios o casas de postín, incluyendo las de la nobleza... pero soy incapaz de imaginar a cualquier niño que en su día observase de cerca figuras como esta y no padeciese terribles pesadillas después.
En contrapunto y conviviendo en la misma sala, podemos encontrar desde la divertida estampa de un infante tirando del carro que transporta a una niña que bien podría ser su hermana (aparece varias veces a cámara rápida en el vídeo de la sala, arrancando inevitablemente más de una sonrisa a los espectadores) o aquel que vive permanentemente castigado de rodillas, con sus orejitas de burro a cuestas e implorando clemencia ante la displicencia de su profesor (que muy posiblemente iba atizándole con su vara mientras tanto), a las presumidas damiselas que se acicalan el pelo o admiran su belleza frente al espejo, el faquir, la pitonisa, el fumador, o las exquisitas concertistas de diversos instrumentos (piano, arpa o guitarra).
Destacan la belleza intemporal de grandes muñecas andadoras y otras de porcelana (o incluso cera) de diversos tamaños y orígenes, que nos observan desde el otro lado de la vitrina, como esperando el día en que alguien decida jugar de nuevo con ellas (las más pequeñas acompañadas por accesorios y mobiliario acorde a su época), el diorama de un antiguo colegio, una escena circense o un mueble que incluye estancias de lo que en su día fuera una antigua casa de muñecas (inexplicablemente en otra vitrina descansan ejemplares de una familia que bien podría ocuparlas, dándoles algo más de vida e interés para el visitante). Aunque existe una audio guía que serviría de ayuda durante el recorrido, eché de menos tarjetas expuestas en las vitrinas con datos de interés sobre estas muñecas, ya que no todos tendrán la suerte de contar con las descripciones de Luisa y es una verdadera lástima carecer de cualquier tipo de información descriptiva sobre las piezas que estas admirando.
A coleccionistas de muñecas más actuales, que acostumbramos a recibirlas con "spas" que suavicen y alisen sus enmarañadas cabelleras o que dedicamos nuestro tiempo a eliminar y restaurar cualquier posible defecto, tratando de dejarles un aspecto lo más pulcro y lustroso posible (casi como recién salidas de fábrica), puede llamarnos la atención encontrar en estas exposiciones prendas sucias o raídas (o ejemplares como la zíngara, que incluso luce impertérrita la falta de un trozo de su bello rostro)... El motivo no es otro que en la mayoría de casos (sobre todo en modelos que jamás fueron fotografiados ni catalogados y que, por tanto, carecen de marcas identificativas), sus prendas suponen la única pista fiable para ser datadas en una época concreta y por tanto, eliminar las señales del paso del tiempo no solo las devaluaría sino que dificultaría la posibilidad de identificarlas como originales. Como vengo diciendo de los anteriores museos visitados, de este me quedaría con una muñeca andadora con cabeza de porcelana cuyas facciones me recordaron a las de Mariquita Pérez y que aparece tristemente sentada u olvidada en un rincón, dejando todo el protagonismo en manos de sus compañeras.
Una vez terminada la visita, Luisa tuvo la amabilidad de invitarme a conocer parte de su colección privada, así que ambas nos fuimos caminando a través de las angostas calles del barrio gótico, tan llenas de historia como el propio edificio al que nos dirigíamos... El hogar de un coleccionista rara vez no se trata de un museo en sí mismo aunque, dependiendo del espacio y el buen gusto, las exposiciones puedan lucir más elegantes o abarrotadas (probablemente ella sería ejemplo de lo primero y yo de lo segundo), pero siempre dignas de ser exploradas y más al lado de su propietaria, que no dudará en obsequiarte con relatos de cómo llegaron a sus manos las piezas más emblemáticas con las que cuenta.
Una de sus Giselas
(y detalle de la caja junto a la de Mariquita),
su vestido original está guardado
aparte y en la imagen luce uno de creación propia.
Me explicó que ella adquiere las muñecas que le gustan sin obedecer a modas, por tanto su colección cuenta con ejemplares de diversas épocas, orígenes y materiales... aunque las de plástico sean más difíciles de encontrar en sus vitrinas (la fabricación industrial hace que para ella pierdan interés como obras de arte). Apenas pude divisar algún modelo simbólico de Nancy en su cuarto de costura, ataviadas con conjuntos originales (como el traje chaqueta de flores de 1974) pero luciendo complementos de confección casera y portando graciosas gafitas de armazón circular, que les otorgan un toque ciertamente entrañable. En otra habitación, más dedicada a las miniaturas (algunas del tamaño de un dedal) que tanto le gustan (ya que entre otras cosas, cuánto más pequeñas sean menos espacio necesitan y... la falta del mismo es un problema que, desgraciadamente, solemos acarrear la mayoría de los coleccionistas)... logré descubrir un morito de Barriguitas camuflado entre otras piezas más antiguas, como las catalanas de Silviano Silvani.
Esta es una pequeña muestra de algunas de sus muñecas, Nati y los bebés de la "Caja Ajuar" (son molde de Salvador Valls) como representación de la fabricación española, los dos bebés grandes y la Menina de fabricación alemana y la Figure A, francesa.
En armarios con olor a naftalina y almacenadas con sumo cuidado, atesora muñecas tan codiciadas como la primera Mariquita Pérez (de la que solo se fabricaron 1000 ejemplares) o Lenci (su colección de Natis también sería digna de mención), en sus cajas originales y conservando aún las etiquetas de sus prendas originales. En el caso de Mariquita, llama la atención que no fuera ataviada con el mítico "delantal" de rayas blancas y rojas, sino con un vestido y capota de muselina en tonos rosa y azul pastel. Del modelo en versión niño de Lenci destacaría también su atuendo, compuesto por un pelele creado a partir de pequeños cuadraditos de fieltro, en dos tonos distintos de azul y gris, cosidos entre sí (confeccionado por Matacás y Garcerie, antiguos y prestigiosos camiseros de la cámara de Su Majestad desde tiempos inmemoriales -su sastrería se fundó en 1843-), que va acompañado de una pequeña locomotora de madera como si de un niño de verdad se tratase.
Yo, que creía contar con una ingente biblioteca de ejemplares dedicados al estudio del coleccionismo muñequil, quedé fascinada con la de esta mujer que durante años ha indagado sin ponerse límites ni fronteras, abarcando toda la información escrita que haya podido estar a su alcance (y donde además pude descubrir un libro sobre juguetes valencianos que me recomendó adquirir). Uno de los mejores consejos que me pudo dar aquel día fue: "no copies a nadie" pues, en cuestión de libros de coleccionismo, es frecuente que si alguien aporta datos erróneos estos sean reproducidos por otros -que a su vez hayan tomado esos libros como referencia- y así los mismos errores van pasando de libro en libro, sin por ello ganar credibilidad (curiosamente, la mayoría de lugareños con los que tuve oportunidad de conversar en Onil, coincidían en que "la gente que escribe los libros no tienen ni idea", relatándote con todo lujo de detalles la verdadera historia de la creación de algunas icónicas muñecas, que han ido pasando de generación en generación... pero en favor de estos autores, he de decir que ninguna de esas historias podrían ser plasmadas por escrito a falta de pruebas ya que, actuando como la wikipedia, solo se debería dar por válido lo que ha sido publicado en su día y que nadie haya logrado rebatir desde entonces). El trabajo de investigar por cuenta propia, como en el caso de Luisa, valiéndose de catálogos, etiquetas, cajas o consultando hemerotecas, anuncios, etc... es mucho más tedioso pero sin duda fiable y en definitiva, siempre es mejor equivocarnos por nosotros mismos que cargar con errores ajenos. Algunas de esas obras son indudablemente costosas pero, como ella misma dijo: "es mejor tener tres libros buenos que quince malos", consejo que también hace extensible a la adquisición de muñecas, ya que según su opinión es mejor no precipitarse ni comprar lo que este de moda, sino piezas muy concretas que nos llamen la atención, a ser posible en buen estado y que conserven su ropa de origen. En ese mismo salón podemos admirar muñecas de gran tamaño, entre las que destaca una singular menina de unos 70cm ataviada con un vestido en tono coral con estampados dorados y su collarcito de perlas.
A su lado se encuentra la vitrina donde le tomé esta fotografía (según me dijo, la primera que le hacen con su colección de muñecas).
Antes de despedirnos de Luisa y su particular tesoro muñequil, nos hicimos una última foto juntas y muy bien acompañadas por dos de las niñas que más me llamaron la atención al entrar, una Bombón de Florido (desde hace un tiempo diría que rozo la obsesión con ella) y la tan difícil Celia (hermana de Cuchifritín) de Ricardo Summers, ambas fabricadas en cartón piedra entre finales de los 40/principios de los 50. Tampoco podía marcharme sin retratar a una divertida muñeca reversible, que cambia de cara con una vuelta de vestido (por un lado es blanca y por el otro negrita), pues mi madre me contó que tuvo una muy similar en su infancia, cedida por la hija de unos terratenientes cubanos que veraneaban en su pueblo.
En lugar de dejarme ir sin más, no dudo en acompañarme al encuentro de unas amigas y charló un rato con nosotras, antes de partir con ese halo de elegancia que tanto la caracteriza... Poco tiempo después el avión me trajo de vuelta a casa con un equipaje mucho más cargado, no solo en aspectos materiales, sino por experiencias como esta, que ni en un millón de años hubiera soñado vivir y que espero haber podido relataros de la manera más fiel y precisa posible.